La Sevilla de la Generación del 27
Sevilla es poesía o no es nada. Es un inmenso y laberíntico mapa poético. Bajo la ciudad de charanga y pandereta o de la eternamente repetida imagen de postal, se oculta una cartografía de escritores casi siempre olvidados. Es la ciudad que sirvió de inspiración a una nómina de poetas que la historia ha convertido en interminable y que llevaría a Juan Ramón Jiménez a declararla como la capital de la poesía española. Sevilla es el atrio del convento de San Leandro y esas yemas que describió Luis Cernuda en Ocnos, esa gracia que buscaba José María Izquierdo en sus divagaciones y que Bécquer había encontrado en el compás del convento de Santa Inés con Maese Pérez; esa patria perdida de la infancia con sus días azules de Antonio Machado, esa ciudad en los labios de Romero Murube. Pero Sevilla no es sólo la ciudad de los poetas. Sevilla es la ciudad de la poesía, aunque muchas veces no quiere enterarse de su ser, de la médula que la recorre por dentro como un escalofrío. Porque también es la ciudad donde habita el olvido. Sevilla fue uno de los grandes escenarios de la Edad de Plata, acogiendo el acto fundacional de la Generación del 27 en plena efervescencia de los preparativos de la Exposición Iberoamericana de 1929. Pero ¿cómo era la Sevilla principios del siglo XX? Una ciudad contradictoria, como lo ha sido siempre, donde había un lado reaccionario y beato, y otro, en cierto modo, libertino, atrevido y transgresor. Una ciudad que organizaba una cita cosmopolita como la Exposición del 29 y, al mismo tiempo, seguía anclada en el siglo XIX, con una atrasada situación social, económica y urbanística (escaso desarrollo económico, graves deficiencias de higiene e insalubridad, inundaciones periódicas del Guadalquivir, etc.). Una ciudad remodelada como nunca lo había sido en su urbanismo y construcciones (arquitectura regionalista de Aníbal González, reforma del barrio de Santa Cruz que acaba por convertirse en seña de identidad de la ciudad, etc.), pero habitada por una gran masa de población condenada al paro, donde los monumentos y obras de arte contrastaban duramente con las calamidades cotidianas. Ahora bien, no hay olvidar la existencia de una atmósfera literaria innovadora que venía teniendo continuidad en Sevilla desde la segunda década del siglo XX: pionera de la vanguardia ultraísta con la revista Grecia; cuna de la revista Mediodía y sus poetas, alimentados por el magisterio de Pedro Salinas, que acaba de dejar su cátedra universitaria. Gracias a las gestiones de Ignacio Sánchez Mejías, que por aquellas fechas había decidido inesperadamente retirarse de los toros para dedicarse a la literatura, una serie de jóvenes poetas (la “joven literatura”) fueron invitados a inaugurar las actividades del Curso en la sección de Literatura del Ateneo de Sevilla. El programa incluía la realización de un homenaje a Góngora que suponía a la vez una presentación en sociedad de dicho grupo. Sevilla tuvo el honor de servir de sede a un acontecimiento que en su día pudo parecer intrascendente, pero que, andando el tiempo, fue adquiriendo una significación extraordinaria. En efecto, aquel desenfadado desplazamiento a la ciudad andaluza resultaría simbólico, contribuyendo a reforzar los lazos líricos y personales. Un auténtico viaje hacia la fraternidad lírica.La memoria de los escritores está en sus libros, pero quedan los lugares en los que se inspiraron. Esta ruta es una invitación para recorrer la ciudad leída y escrita, para leer y contemplar. El retrato literario de una ciudad desgraciadamente más conocida por un ingrato catálogo de tópicos y folclorismos superficiales. Por ello, este recorrido intenta desvelar la ciudad menos conocida, una geografía que palpita dentro de su paisaje; la Sevilla más universal, una ciudad a la altura de su historia. Por tanto, Sevilla es un referente literario de primera magnitud en la llamada Generación del 27. Desde el conocido viaje de conferencias a Sevilla en diciembre de aquel año, evocado por muchos de sus protagonistas, a las frecuentes visitas que los miembros más característicos del grupo hicieron a la ciudad a lo largo de los años, pasando por los testimonios literarios de su obra, que reflejan la admiración de casi todos ellos por Sevilla, hay que reconocer que la ciudad juega un papel primordial en la literatura de esta generación.